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HECATOMBE
Eric Rogal


Extractos

PIRATAS

... Con estos tres mil reales que sobran, compraremos ocho cañones nuevos para armar la Denia2, que nos están construyendo en Malta, waja? En la penumbra de la cueva se oyó el eco de una sola voz, waja, pronunciada por una veintena de gargantas, todas mostrando su conformidad con el reparto del botín que acababa de hacer el jefe, Tárek Koubra.


FALSIFICADORES

Claro. Eso. Y bien, di, ¿cómo se encuentra nuestro primo Jalid? —preguntó ahora Ahmed, al que ya molestaban tanto mosconeo de los convecinos y tan poca información de lo que para él era lo principal—.

Bueno, ya puedes imaginarte, Ahmed: con el ánimo por los suelos. Parece que lo acusan de falsificación de moneda. Dentro de pocos días se celebrará el juicio en la Real Audiencia y no creo que pueda escapar a la pena de remar en galeras.


BANDOLEROS

El jefe de la banda no salió hasta que le oyó pronunciar bien claras las tres palabras de la consigna —árabe, castellano y valencià, las tres lenguas que hablaban casi todos los Moriscos de la zona— Ana Quiere Menchar. Reconoció enseguida por su voz al Rochet. Por otra cosa, no, porque nunca lo había visto antes, y tal como funcionaban por allí las cosas lo más probable era que no lo viese jamás. Se preguntaba qué querría ahora. No traía nada.


LA NOBLEZA

Entonces vuesa merced parece sostener la opinión que los moros no son inteligentes. Permítame que le contradiga y opine todo lo contrario, pues yo tengo trabajando en mis fincas de Yátova un buen número de ellos, en total más de veinte familias, y puedo asegurarle que algunos gozan de un ingenio y una inteligencia que ya me gustaría a mí que poseyeran muchos de los Consejeros que rodean a Su Majestad —terció el Conde de Buñol—.


EL PROBLEMA RELIGIOSO

Mi primo, el párroco de Benissa, con el que he estado departiendo durante dos largas horas, me ha informado con nombres, apellidos y con toda clase de pruebas, de algo que lleva constatando él mismo en su parroquia ya durante cuatro o cinco años, y que por otra parte es un secreto a voces, no sólo en este Arzobispado de Valencia, sino por todo el Reino: que los que políticamente se ha dado en llamar “cristianos nuevos” o “conversos”, no son tal, sino que sólo mienten y fingen haberse convertido. Dice que entre veinte familias de éstas no es fácil encontrar una sola que haya renunciado de veras a sus costumbres y su religión; que en su parroquia de Benissa, de treinta que se convirtieron, él no se fiaría más que de dos, a lo sumo de tres…


ESPÍAS

Pero sigamos trabajando en lo que estábamos: tratemos de descifrar el documento aljamiado que acaba de remitirnos el Baile: por lo que nos han dicho se trata de una misiva que un joven embozado, de aspecto sospechoso y que iba a caballo, llevaba en su poder cuando se dirigía al anochecer hacia una playa solitaria de Calpe y fue sorprendido y detenido por gente armada del Virrey.


ACCIÓN

La oscuridad que envolvía la ciudad de Valencia era densa y oscura. Ni luna, ni estrellas. Grandes nubes cubrían el cielo amenazando tormenta. Media noche pasada. El jefe había escogido precisamente una noche así de tétrica, para que hiciese juego con su plan; y la hora era la más apropiada, porque, mediado ya septiembre, a eso de las ocho caía como una mortaja la penumbra envolviéndolo todo y amparando las sombras. Antes de las doce se habría producido, por tanto, el cambio de la guardia, no había peligro de que se encontrasen con cuatro hombres armados a la vez: los guardias que dejaron el servicio una hora antes estarían ya dormidos y los nuevos a buen seguro que seguirían aún dormitando. La rutina es mala consejera, y aquellos guardias llevaban ya demasiado tiempo en el mismo lugar, haciendo lo mismo. Además el Rochet contaba con la complicidad de su amigo Micheta, que tenía alquilada una casa muy cerca de la Torre dels Serrans y del cuerpo de guardia…

Al recibir la noticia del golpe nocturno de unos bandoleros y la excarcelación del morisco falsificador de moneda Jalid Yirali, alias “Templaet”, tanto el Baile como el Corregidor se limitaron a dar gracias a Dios, porque ningún guardia había resultado muerto o herido en el ataque y también porque no hubiesen sido liberados los demás detenidos. “Tarde o temprano ya los cazaremos”, se conformó diciendo uno de los ayudantes del Baile, Agustín Fermades, conscientes todos de lo inútil que sería ya mandar gente armada en su persecución. “¿Hacia qué parte? ¿Hacia Morvedre, Lliria, Chiva, Carlet, Alzira, La Albufera?... Imposible. Además a esta hora, que seguramente ellos ya han alcanzado otra vez su refugio, Dios sabe dónde”.


CONFLICTOS FAMILIARES

Abdelá era así. Tenía carácter. No se andaba con rodeos. Cara a cara, y al grano. Cuanto más claros, más amigos. Y lo mismo hizo con el primo: “aquí estás de prestado; te mantengo, porque te han traído a mi casa esos bandidos que te sacaron de la cárcel; pero no me causes problemas; mi hija es demasiado joven para ti y no sabe nada de la vida; tú ya pasas de los treinta y has estado en la cárcel; no, no te reprocho nada, pero, por favor, deja que pase el tiempo, que esta situación de incertidumbre en que vivimos se termine, y ya hablaremos”.


LOS DATOS DE UNA PARTE

Repito pues los datos, a fuerza de hacerme pesado, lo siento. Resulta que el año 1607 se juzgaron en esta Audiencia 19 causas por tenencia de armas, 15 por bandolerismo, 4 por evasión de la cárcel y 2 nada más por falsificación de moneda. Al año siguiente, en 1608, en esta misma Audiencia se juzgaron 19 casos de tenencia de armas, 10 de bandolerismo, 5 de evasión de la cárcel y 1 solo de falsificación de moneda…


Sigo. Ya sólo queda éste. Pues bien, en lo que llevamos de año, se llevan juzgadas 13 causas por bandolerismo, 11 por tenencia de armas y 11 ya por falsificación de moneda, y en cambio sólo 2 por evasión de la cárcel, hasta ahora…


el bandolerismo sigue siendo, con diferencia, la principal enfermedad que asola nuestro Reino…


y finalmente que, no sé por qué motivos, estos últimos meses le ha entrado a nuestra sociedad la enfermedad de querer tener dinero falsificándolo, y esto ya es una epidemia que lo corrompe todo: puedes creer que llevas la bolsa llena de dinero y no ser lo que tienes en ella más que pura quincalla, porque los precios suben, la vida está imposible... es nuestro pan de cada día, señores; en la ciudad no se habla de otra cosa…


LOS MIEDOS RACIALES

los moriscos por no ir a la guerra, no mueren tampoco en ella, como por desgracia les acontece a muchos miles de nuestros ciudadanos cristianos; esto lo primero. Lo segundo es que, como ellos en su religión no tienen la obligación de dedicar una parte de sus hijos e hijas al servicio directo de Dios, como nosotros, tampoco prescinden de ellos para criar y traer hijos al mundo. Sumen vuesas mercedes: entre los miles de ellos que no mueren en la guerra y los miles más que nacen de ellos por desconocer y no practicar el celibato, así hemos llegado ya a la proporción de que en este Reino de cada tres personas uno es morisco. Si a éstos sumamos otros argumentos que antes he apuntado, ¿verdad Doña María?, como que tampoco hay ninguno de ellos que marche a Las Indias a la aventura, cumplir una misión o buscar riqueza, como hacen tantos hijos de cristianos viejos, también que muchos de ellos, antes que ser siervos de los nobles, prefieren echarse al monte y hacerse bandoleros, que no pocos asentados en la costa se comunican constantemente con el turco, y son aquí como sus amigos y colaboradores, y por último, que no se han convertido de verdad, siguen practicando su religión en secreto, y además son los responsables de la última plaga que nos ha sobrevenido, la más que alarmante falsificación de moneda, díganme vuesas mercedes si no hay argumentos más que suficientes para afirmar que esto no puede seguir así y que esta sociedad necesita una limpieza.


Pues mire, Don Segismundo, lo que a los demás pueda parecerles una buena exposición, a mí ni me convence, ni me desconcierta. Son dos puntos de vista. Yo, por supuesto, tengo el mío; y es que para cultivar mis tierras de allá en el alto Xúquer, para que esta gran ciudad de Valencia pueda comer y para poder pagarle los impuestos al Rey, yo necesito contar con quinientos braceros que no vayan a la guerra; y ésos son mis siervos moriscos; y ésos son mis argumentos. Y le voy a decir más: no son sólo los míos. Tengo entendido que son también los de Su Majestad, nuestro Rey Don Felipe, que Dios guarde; pues, o no son fidedignas mis fuentes, o la Pragmática de expulsión de los moriscos ya estaría firmada por Su Majestad desde el mes de abril pasado10, pero no se ha ejecutado por salvar las cosechas de hogaño y con ellas los impuestos.


LOS APROVECHADOS SIN ESCRÚPULOS.

Pues se van a necesitar muchos, muchos barcos; porque piensa que, tirando por lo bajo, se calcula que podrían tener que salir del Reino más de cien mil moriscos.

¡Más de cien mil! ¡Recollons!, eso supone al menos 250 barcos, y yo sólo tengo ocho. No creo que en todo el Reino se puedan reunir más de 60 navíos de gran calado y gran tonelaje como éstos. Se necesitarán unos 50 días, o sea dos meses bien buenos, para transportar a tanta gente; y de cara al mal tiempo como vamos...

Pues tengo entendido que las órdenes de arriba son que se realice la deportación en un tiempo mínimo, desde luego mucho menos de un mes.


LA MONARQUÍA ESPAÑOLA

Después de los saludos y las frases corteses de rigor, los comisionados se mantuvieron de pie ante el Virrey, mientras éste se parapetaba tras una larga mesa, flanqueado por cuatro consejeros, dos a cada lado, y seis guardias reales, tres por banda. Por boca del Marqués de Villena los nobles expusieron al Virrey su enorme preocupación por lo que consideraban el peor cataclismo de todos los tiempos para el Reino de Valencia, si se consumaba la que parecía orden inminente de expulsión de todos los moriscos. Fundamentando sus palabras, el portavoz esgrimió ante el Virrey con harta elocuencia los mismos argumentos que ya expusiera poco antes a la vista de lo más florido de la nobleza valenciana.

La respuesta del Virrey, que no pareció sino que la llevara escrita en la memoria, no fue ni menos elocuente, ni menos razonada.

Señorías, respeto todos vuestros argumentos y razones, pero ante ellos yo sólo tengo uno: es la orden de Su Majestad el Rey, firmada el día 4 de abril del presente año, cuyo Cumplimiento, por expresa voluntad del mismo Rey, no es posible ya demorar por más tiempo. Pero, para que no parezca que es el capricho real el que gobierna estos sus Reinos, yo también voy a aportar algunos datos, que hacen que esta decisión sea ya, no sólo necesaria, sino absolutamente irrevocable. Seré sucinto y claro, conforme saben vuestras señorías que es mi estilo. En primer lugar, es una medida que se toma en defensa de nuestra fe católica, de la que la inmensa mayoría de esta gente hace mofa y escarnio, fingiendo ser cristianos en la calle, pero practicando luego su religión mahometana dentro de su casa. En segundo lugar, es también una razón de Estado, por salvaguardar la seguridad y la paz de estos Reinos, porque el Consejo Real posee sobradas pruebas de que esta gente conspira contra los Reinos de España buscando alianzas con piratas y corsarios, musulmanes, turcos y franceses. En tercer lugar, esta gente no aporta al Estado ni soldados, ni conquistadores, ni capitanes, ni obispos, sólo aporta una creciente población y unos también crecientes quebraderos de cabeza: con su proliferación, en pocos años los moriscos, que no eran más que una quinta parte, ya son una tercera parte de los habitantes de estos Reinos, y sus fechorías crecen al mismo ritmo que crecen sus familias. Vean, si no, este informe del aumento de la delincuencia, que me han facilitado los Doctores de la Real Audiencia Garvit y Cuevasanta. —Tomó un documento que le facilitó uno de sus secretarios y empezó a leer—: En 1589 se cometieron sólo 20 homicidios, en 1599 ya fueron 29, y en los dos últimos años han sido 30 y 31. En 1589 sólo se juzgó 1 caso de tenencia ilícita de armas, su número aumentó a 8 en 1599, en 1607 fueron 15, 19 en 1608 y en lo que llevamos de año ya van por 11. En 1589 sólo hubo 2 juicios por bandolerismo, los mismos que diez años después, en 1599, en cambio en 1607 fueron 8, en 1608 fueron 10 y en lo que llevamos de este año ya son 13. Ni en el 89, ni el 99 se registró un solo caso de falsificación de moneda, en los dos últimos años sólo hubo 3 casos, y sin embargo en lo que llevamos del presente ya se han enjuiciado 13 casos. Estos no son caprichos de Su Majestad, señorías, éstos son sólidos y bien contrastados argumentos. Razones indiscutibles, a las que hay que sumar los informes de las más altas dignidades de la Santa Madre Iglesia, del Santo Oficio y del Consejo de Estado. Ya sé, ya sé que me dirán que como consecuencia de esta medida estos Reinos de Su Majestad dejarán de percibir cuantiosos impuestos y que estas tierras sufrirán un daño que tal vez tarde en repararse. Yo les digo, señorías, que más irreparable que perder todos esos tributos y que los daños que puedan producirse a los campos sería en un futuro no lejano estar expuestos a perder la fe, la identidad, la estabilidad y la paz de estos Reinos, estar viviendo con el miedo que produce saber que estás manteniendo a tus enemigos dentro de tu casa, comprobar cómo año tras año el bandolerismo se apodera de nuestros caminos y la piratería de nuestras costas, pensar que cualquier día nos puede invadir el francés o el turco y encontrarán en ellos cientos de miles de aliados con sed de venganza, que levantarán sus dagas sobres nuestras espaldas. Vayan con Dios, caballeros, la orden está ya firmada por Su Majestad, yo no he hecho más que, con su beneplácito y atendiendo a ciertos intereses legítimos, administrar el tiempo de su ejecución. Ahora es llegado el día. Ya no hay vuelta atrás.

La suerte está echada”.


UN CONTUNDENTE BANDO DE EXPULSIÓN

El día 23 de septiembre de 1609, los más madrugadores que sabían leer, al alba, y toda la demás gente del Reino de Valencia a mitad de la mañana por el pregón de un Alguacil, así moriscos que cristianos, pudieron conocer personalmente un hecho histórico de la mayor trascendencia para la vida del Reino de Valencia: el Bando de Expulsión de los Moriscos,

que estaba redactado en los siguientes términos25:

Primeramente, que todos los moriscos deste Reino, así hombres como mugeres, con sus hijos, dentro de tres dias de como fuere publicado este bando en los lugares donde cada uno vive y tiene su casa, salgan dél, y vayan á embarcarse á la parte donde el comisario, que fuere á tratar desto, les ordenare, siguiendole y sus órdenes; llevando consigo de sus haciendas los muebles, lo que pudieren en sus personas, para embarcarse en las galeras y navíos, que están aprestados para pasarlos á Berbería, á donde los desembarcarán, sin que reciban mal tratamiento, ni molestia en sus personas, ni lo que llevaren, de obra ni de palabra, advirtiendo que se les proveerá en ellos del bastimiento que necesario fuere para su sustento durante la embarcacion…


POCAS VOCES EN CONTRA

El Virrey Caracena accedió de mala gana a recibir a Fray Juan de Pereda30, quien le había mandado recado por medio de un amigo común de su Secretario, solicitando audiencia.

Hubiera sido una descortesía por su parte el no recibirlo, ya que decía que venía andando desde Segorbe sólo con este fin. El dominico se presentó ante el Virrey con el hábito blanco impoluto pese a tan largo camino, la cabeza rapada en círculo dejando aparecer una gran corona amurallada por un pelo muy negro, y un aspecto de humildad y profundo respeto, que sólo podían inspirarle confianza al Marqués. Sin embargo sus primeras palabras fueron como un aldabonazo en la conciencia del noble caballero que regía los destinos de Valencia en nombre del Rey.


¿Se ha detenido un momento a calcular, Excelencia, el ingente número de muertes y tragedias que se van a producir entre esa pobre gente a consecuencia de este Bando que acaba de publicar?


El buen fraile estaba casi anonadado por una información aplastante, que, como artillería, tenía el Virrey bien preparada. Aun así se atrevió a decir.

Yo no puedo poner en duda que todo eso sea cierto; pero aún así, son personas, Excelencia, hijos del buen Dios, y pienso que se les puede tratar con algo más de dignidad, compasión e indulgencia. Aún estamos a tiempo de detener una hecatombe humana. Yo, por el bien de esos desdichados, apelo a la grandeza de sus sentimientos, Señor Virrey, y a la fuerza del derecho natural y la razón.

¿Hecatombe humana?, indulgencia, sentimientos, razón..., ¿pero qué dice vuesa merced?, ¿se puede tener misericordia y compasión, con los que han convertido este Reino en un tela de araña sembrada de piratas y bandidos, cooperantes de nuestros peores enemigos, hierba mala que crece y se propaga como las ortigas, que pronto no habrá campo de cristiano que no esté contaminado de su ponzoñosa cizaña?


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